A ti, que no supe valorar tu esfuerzo por hacerme feliz. A ti, que escribes textos maravillosos. A ti, que eres un alma piadosa, compasiva.
Lamento las veces que no te pude ver y sólo me veía a mi. El egocentrismo se apoderó de mi ser como un virus mortal que asesina silenciosamente.
Culpable de todo.
Hace varios meses no escuchaba esa melodía que transmites al hablar pero hace unos minutos lo volví a hacer.
Pecado.
Ahora quiero escucharte una vez más pero me detiene el poder de tus palabras.
Tienes ganas de eliminar mi recuerdo y no te culpo pero si fuera fácil para ti, no hubieras roto en llanto al escucharme.
Que ironía el escucharme y pronunciar mi nombre con voz temerosa.
Soy un hijo de puta, pensé. Y lo pensaré hasta el último día.
El privilegio que tienes es que el balón ahora está del lado tuyo, en mi contra.
Esta alma perdida divaga, sonríe pero vive con el resentimiento de sus acciones.
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